UN CUENTO PARA CONSIDERAR
P. Daniel Albarrán.
Érase una vez...
La parábola del Hijo pródigo.
Llama la atención el que padre de la parábola
no manda a nadie a recibir a su hijo que se había ido
y, que ahora regresaba.
Tampoco con el hijo mayor que se había molestado.
Con ambos sale el propio padre.
No delega.
Entonces, surgen preguntas:
-- ¿Cualquier comisión delegada sería una extorsión y una complicación de derechos?
-- ¿Tiene derechos el hijo, aún con la desventaja de estar en desventaja por haberse ido y regresar necesitado?
-- ¿Ser hijo en relación a la filiación padre-hijo es una condición que no acepta, bajo ninguna posibilidad, la delegación?
-- ¿Por qué no delega?
Llama, en todo caso, ese gesto hermoso del papá (que es padre).
Y, hace sentir al hijo como hijo.
La delegación haría sentir al hijo como un proscrito.
Además, de permitir que los delegados hubieran generado las tentaciones de conveniencias de su poder delegado...
No fue así, según se cuenta en la parábola.
Con ninguno de los dos hijos.
Y, era de mirar con simpatía al padre de esa historia.
Y, colorín-colorado; este cuento se ha acabado.
Fin
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